Ethical Naturalism Revisited

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Lawrence Foster

Resumen

Los críticos del naturalismo ético han prestado poca atención a las tesis fundamentales de dicha postura filosófica. Se han limitado a refutarla, ya sea atacando una de sus versiones o distinguiendo primero entre sus diferentes manifestaciones y criticando después sólo una de ellas. En este artículo se formulan tres versiones diferentes del naturalismo ético y se trata de ilustrar la equivocidad de la crítica de Hare estableciendo una demarcación entre estas versiones. Por último, se ponen al descubierto algunas suposiciones falsas sobre los criterios de implicación, definiciones y explicaciones, contenidas en los ataques de Hare.
I. Hay por lo menos tres tesis importantes del naturalismo ético:
a) La tesis de la definibilidad, que sostiene que todos los predicados éticos son definibles en última instancia únicamente en términos de predicados naturalistas no-éticos. Tesis criticada por Moore y Hare.
b) La tesis de la deducibilidad, que sostiene que algunos enunciados éticos (predicados) pueden ser deducidos de un conjunto de enunciados (predicados) ninguno de los cuales es ético, y que todos los otros enunciados éticos pueden ser deducidos a su vez de aquellos que previamente se enlazan con los enunciados no-éticos. Tesis atacada por Hume.
c) La tesis de la explicación, que establece que todos los predicados éticos pueden ser explicados únicamente a través de predicados naturalistas no-éticos.
Hare, por su parte, reconoce estas distinciones, pero construye mal la relación entre (a) y (b), pues considera que la falsedad de la primera implica la falsedad de la segunda. Además, al rechazar las tesis (a) y (c), Hare acepta concepciones equivocadas de las explicaciones y definiciones. Veamos esto más de cerca.
II. Los argumentos iniciales de Hare no van dirigidos claramente contra una versión determinada del naturalismo ético. Pretenden mostrar que, puesto que el predicado “bueno” no significa lo mismo que un conjunto de predicados naturales, tampoco puede ser definido en términos de ellos. Por consiguiente, “ bueno” no es implicado por estos predicados.
Suponiendo que el predicado “bueno” no pudiera ser definido por un conjunto de predicados naturales, ¿se sigue de esto que “bueno” no podría estar implicado en tales predicados? Hare responde afirmativamente y lo ilustra con un ejemplo que consiste en comparar el comportamiento lógico de los predicados “bueno” y “rectangular”. En el caso del predicado “rectangular” podemos establecer una relación de definibilidad y, por consiguiente, de implicación —afirmación básica de Hare— con los predicados “rectilíneo con ángulos de noventa grados”. Dados dos conjuntos de predicados ‘P’ y ‘Q’, si ‘P’ define ‘Q’, entonces ‘P’ implica ‘Q’.
En el caso de “bueno”, Hare pretende concluir del hecho de que “bueno” no sea definible por predicados naturales la imposibilidad de que esté implicado en ellos. Aquí, Hare se equivoca, pues de la ausencia de definición no se puede desprender la ausencia de implicación. Ahora bien, si en lugar de asumir que la definibilidad implica la implicación —como lo hace Hare—, sostenemos la premisa conversa: que la implicación implica la definibilidad, entonces el argumento de Hare sobre el predicado “bueno” se convierte en válido, con el inconveniente de que el argumento anterior sobre el predicado “rectangular” se le convierte en inválido. Parece ser que la implicación no se sigue de la definibilidad sino viceversa.
Un segundo argumento de Hare contra las teorías naturalistas (dirigido contra la tesis de la deducibilidad únicamente) consiste en afirmar que la función valorativa de los juicios éticos se pierde cuando los hacemos deducibles de proposiciones de hecho. Esta afirmación implica la siguiente premisa: “Si ‘P’ implica ‘Q’, entonces no es el caso de que ‘Q’ tenga una función que no tenga ‘P’”. De acuerdo con esto, la deducibilidad de “bueno” se realizaría a costa de su función prescriptiva o recomendatoria.
Sin embargo, esta premisa también es falsa, porque la relación de implicación entre dos predicados es absolutamente independiente de las funciones que cumplen. Por ejemplo, ‘P’ implica ‘PvQ’, pero este último, por ser una disyunción, puede funcionar en ciertos contextos expresando una indecisión, mientras que el primero, por ser sólo una afirmación, no la expresaría necesariamente. El hecho de que los predicados valorativos puedan estar implicados por predicados descriptivos no implica a su vez que los segundos deberán cumplir únicamente las funciones de los primeros. “Bueno” puede ser deducido de predicados naturales y conservar, al mismo tiempo, su función valorativa.
III. Por otra parte, la noción de implicación mantenida por Hare es lo suficientemente amplia como para admitir la deducción de predicados valorativos a partir de predicados descriptivos. Esta noción dice así: “Una oración P implica una oración Q si y sólo si el hecho de que una persona asienta P pero disienta de Q es un criterio suficiente para decir que ha entendido mal una oración u otra”. Con esta noción es posible deducir el predicado valorativo “fresas buenas”•de los predicados descriptivos “fresas dulces”, “jugosas”, “rojas”, “grandes” y “maduras”, y por lo tanto, utilizando el criterio de Hare, las oraciones descriptivas implicarían la oración valorativa. Si se desea evitar esto, la noción de implicación deberá ser afinada, cosa que Hare no hace. De ese modo la tesis naturalista se conserva intacta ante los argumentos de Hare.
IV. Recordemos que hasta ahora hemos estado trabajando bajo la suposición de que la tesis de la definibilidad es falsa, y aun así hemos demostrado la validez de la tesis de la deducibilidad. A partir de aquí, nos ocuparemos de defender la tesis (a) contra los argumentos de Hare. Este último sostiene que el predicado “bueno” funciona en forma diferente a los predicados descriptivos, que el funcionamiento diferente produce diferentes significados, y que esta diferencia de significados imposibilita la definición de “bueno” en términos descriptivos. De nuevo, el argumento de Hare se basa en dos supuestos discutibles: (1) que la misma función en todos los contextos es condición necesaria para la sinonimia (mismo significado), y (2) que la sinonimia es condición necesaria para la definibilidad.
Teniendo como verdadero el primero, se demuestra que el segundo es cuestionable, pues elimina definiciones perfectamente aceptables.
De acuerdo con las afirmaciones de Hare, “fresas buenas” y “fresas dulces, maduras y jugosas” no son expresiones interdefinibles, y por tanto sinónimas, ya que no son sustituibles en ciertos contextos, pues “buenas” cumple una función de elogio o recomendación que no cumplen “dulces, maduras y jugosas”. Esto es, “las fresas son buenas porque son dulces, maduras y jugosas” y “las fresas son dulces, maduras y jugosas porque son dulces, maduras y jugosas”, no son enunciados equivalentes pues el segundo carece de la función de elogio que tiene el primero.
Sin embargo, esta forma de argumentar permite rechazar la definición de “rectángulo” en términos de “rectilíneo con ángulos de noventa grados” porque si sustituimos el definiendum por el definiens en la proposición “el instructor quiere enseñar a sus alumnos que el rectángulo es una figura rectilínea con ángulos de noventa grados”, que cumple una función pedagógica informativa, obtenemos la proposición trivial “el instructor quiere enseñar a sus alumnos que una figura rectilínea con ángulos de noventa grados es una figura rectilínea con ángulos de noventa grados” que carece de la función pedagógica anterior.
El criterio de Hare resulta demasiado fuerte, permite rechazar el naturalismo, pero a un precio demasiado costoso.
Por otra parte, Hare no ha invalidado el hecho de que los predicados descriptivos pudieran tener una función de elogio en otras oraciones, como cuando elogiamos una fresa por ser “dulce, madura y jugosa” o “aprobada por Dios”. Con esto mostramos el carácter discutible de los supuestos (1) y (2) del argumento de Hare contra la tesis de la definibilidad, por lo que la validez de esta tesis sigue siendo una cuestión abierta.
V. Por último, se trata de esclarecer los errores cometidos por Hare en torno a la tesis de la explicación. Esta tesis surge del carácter especial de ciertas definiciones que, siendo aceptables, no satisfacen un criterio como el de Hare. Estas definiciones son, en el sentido de Carnap, explicaciones. Una explicación es un tipo de definición donde el definiens (explicatum) no tiene que ser sistemáticamente sinónimo del definiendum (explicandum). La tesis (c) del naturalismo sostiene, por lo tanto, que todos los predicados éticos pueden ser explicados arbitrariamente a través de predicados naturales; que “bueno” no puede ser definido arbitrariamente como los términos de la lógica; que no es un instrumento técnico sino un objeto de estudio, y que si no respetamos sus funciones valorativas en el lenguaje, al acudir a otros predicados éstas se perderían; lo que producirá un cambio en el objeto de investigación,
Parece ser que Hare se equivoca en los siguiente puntos:
a) Es falso que sea necesario que “bueno” sea un término técnico para que pueda ser explicado a través de predicados descriptivos.
b) Es falso que al acudir a otros predicados se perdería la función valorativa de “bueno”; como ya vimos anteriormente.
c) Es falso que las explicaciones sean definiciones arbitrarias o estipulativas, pues éstas deben satisfacer ciertos requisitos: exactitud, simplicidad, utilidad, etc.
IV. De todo lo anterior se concluye que la crítica de Hare al naturalismo ético ha sido infructuosa, pues no pudo derribar ninguna de sus versiones, y que la validez de dicha postura sigue siendo una cuestión en debate.

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Detalles del artículo

Cómo citar
Foster, L. (1971). Ethical Naturalism Revisited. Crítica. Revista Hispanoamericana De Filosofía, 5(13), 61–83. https://doi.org/10.22201/iifs.18704905e.1971.105

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